A lo largo de los años, después de visitar y atender a la industria en sus muchas variantes, me he encontrado con una serie de prácticas muy arraigadas dentro de algunas empresas. Es común escuchar frases como “así lo hemos hecho por años” o “así hacemos las cosas aquí”, y de ninguna manera quiero decir que las buenas prácticas no deban ser replicadas y mantenidas, sin embargo, me refiero específicamente a aquellas (prácticas) que se realizan más por costumbre que por un conocimiento derivado de la experiencia. Desde dejar aceites expuestos a altas temperaturas por semanas para revisar su estabilidad, hasta palpar los lubricantes con las manos descubiertas, estas son algunas de las pruebas “caseras” que hemos encontrado a lo largo de los años.

Como saber si los ensayos que aplicamos a los lubricantes empleados realmente arrojan resultados importantes y útiles para conocer el desempeño de estos, en realidad no es necesario. Para esto existen una serie de ensayos debidamente documentados y avalados por algunas organizaciones especialistas en el tema como la ASTM, DIN, ISO, entre otras. La desventaja de estos ensayos es que generalmente requieren de equipo de laboratorio muy costoso y que no es accesible para la gran mayoría de las empresas. Aquí lo recomendable es identificar las propiedades clave que en verdad necesitamos conocer para evaluar el desempeño del lubricante y acercarse con un experto para obtener retroalimentación. Hoy en día, es posible encontrar empresas que realizan análisis de lubricantes y que cuentan con el equipo necesario acorde a los estándares actuales de la industria. Por supuesto que requerirá una inversión obtener este tipo de información, de nuevo pongo en la balanza que es más costoso, generar información confiable a través de laboratorios especializados o decidir basados en la tradición e intuición
Por: Carlos Miguel Cano Arguello